domingo, 11 de marzo de 2012

Ocean-sea

<<En la taza de cobre no hay más que agua. Y en la tela, nada. Nada que se pueda ver.
-Plasson, hace días y días que trabajáis aquí abajo. ¿Para que os traéis todos esos colores si no tenéis valor para usarlos?
Eso parece despertarlo. Se vuelve para observar el rostro de la mujer. Y cuando habla no es para responder.
-Os lo ruego, no os mováis -dice.
Después acerca el pincel al rostro de la mujer, vacila un instante, lo apoya sobre sus labios y lentamente hace que se deslice de un extremo al otro de la boca. Las cerdas se tiñen de rojo carmín. Él las mira, las sumerge levemente en el agua y levanta de nuevo la mirada hacia el mar. Sobre los labios de la mujer queda la sombra de un sabor que la obliga a pensar - agua de mar, este hombre pinta el mar con el mar.
Uno podría pasarse horas mirando ese mar, y ese cielo, y todo lo demás, pero no podría encontrar nada de ese color. Nada que se pueda ver.
La marea comienza a subir, un poco antes de que llegue la oscuridad. El agua rodea al hombre y a su caballete, los va engullendo, despacio pero con precisión, allí quedan uno y otro, impasibles.>>


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