viernes, 12 de abril de 2013

y la conciencia al borde de la boca

¿Pero no hemos vivido así todo el tiempo, lacerándonos dulcemente?
No, no hemos vivido así, ella hubiera querido pero una vez más yo volví a sentar el falso orden que disimula el caos, a fingir que me entregaba a una vida profunda de la que sólo tocaba el agua terrible con la punta del pie.
Hay ríos metafísicos, ella los nada como esa golondrina está nadando en el aire.
Yo describo y defino y deseo esos ríos. Ella los nada. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el puente, ella los nada. Y no lo sabe, igualita a la golondrina. No necesita saber como yo, puede vivir en el desorden sin que ninguna conciencia de orden la retenga. Ese orden, que es su desorden misterioso, esa bohemia del cuerpo y el alma que le abre las verdaderas puertas. Su vida no es desorden más que para mí.
Déjame entrar. Déjame ver algún día como ven tus ojos. Déjate caer golondrina...

...pronto la pena, pronto el orden mentido de estar solo y recobrar la suficiencia, la egociencia, la conciencia.
Y con tanta ciencia una inútil ansia de tener lástima de algo, de que llueva aquí dentro, de que empiece a oler a tierra, a cosas vivas, sí, por fín a cosas vivas. (J.C.)


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